Antes de la palabra, duerme el silencio…
Es la nada que habita el todo.
La pausa que antecede a la voz.
El génesis de nosotros mismos.
Cualquier historia, empieza a escribirse, en el ovillo del silencio.
Es un narrador.
Un profeta.
Una posibilidad.
Una pregunta.
Un verso.
Un escenario.
Una caracola.
Un graznido de gaviota.
Es la voz que susurra el érase una vez…
La pauta montessori que acoge las palabras.
El folio en blanco.
La arena que espera ser escrita por el mar.
El viento que nos mueve.
Un pentagrama:
Nota.
Nota.
Silencio.
(De negra, de blanca, de redonda…)
Entre las notas bailan inquietos los silencios.
Hay latidos, o pulsos que acallan las palabras.
El silencio es…
La sordera de Bethoveen.
El mirar de Galeano.
La voz interior del alma.
Tu mirada y la mía.
Es el háblame, te escucho de Aleixander.
El violín de Gelman.
Y el me gustas cuando callas de Neruda.
Es poesía interior.
Un diálogo no escrito.
El lugar donde anidan los recuerdos, y vuelan, inquietos, los pensamientos.
El silencio nos permite medir intensidades.
Incluye al otro.
Está lleno de sí mismo.
Escribe el asombro…
Observa el mundo…
Canta…
A veces, permanece en la profundidad de lo que no decimos.
Es el mar interior que guardan las caracolas.
Su sonido…
El misterio.
Es una mujer, sentada en el marco de su ventana…
La curación del dolor. La tirita del alma.
Existen palabras y palabras…
Algunas necesitan de silencios profundos para decirse.
Otras no…
A veces, el silencio constriñe el alma.
Cae como un mazo sobre nosotros.
Al disfrazar las palabras.
O al prohibirlas.
Entonces, no debería existir.
La libertad habita el silencio del pensamiento, lo deja ser.
Es envoltura.
Escena…
El silencio no sirve para nada, ni dice nada, tampoco tiene un porqué.
Es absoluto en si mismo.
Vive en los paréntesis de las pestañas.
Y se hace surco en las frentes de los filósofos.
Dicta los puntos y las comas de la vida.
Decide el final.
Y es camino en los puntos que deja suspendidos en el aire.